EDICIONES B / MAGAZINE
ARTICULO DE CARLOS DE GREGORIO PUBLICADO EN TEBEOSFERA
https://www.tebeosfera.com/documentos/el_tbo_de_ediciones_b.html
Cuando el Grupo Zeta adquirió los fondos de la editorial Bruguera en octubre de 1986 y fundó Ediciones B, Miguel Pellicer fue escogido como editor de las publicaciones infantiles y juveniles, pues ya había desempeñado este cargo en la anterior empresa. Inmediatamente se puso en marcha la maquinaria destinada a reemprender la publicación de las revistas de humor y, en 1987, fueron recuperadas seis cabeceras procedentes de Bruguera: tres semanales (Pulgarcito, Mortadelo y Zipi y Zape) y tres quincenales (Super Mortadelo, Super Zipi y Zape y Super López), a pesar de que en un primer momento no contaban con la presencia de Francisco Ibáñez ni de otros autores emblemáticos.
Tardaron cerca de un año más en retomar la cabecera TBO, que Bruguera había adquirido y sólo había utilizado en una efímera publicación que duró siete números, desaparecida con el cierre de la empresa. La demora en el relanzamiento de TBO se debió a que en 1987 la marca todavía era propiedad de la familia Bruguera, y siguió siéndolo hasta que Ediciones B acabó comprándosela.[1]
Se asignó la dirección de la revista al célebre guionista Víctor Mora, recién reconciliado con Ediciones B tras un litigio sobre el reconocimiento de sus derechos de autor que coleaba desde los últimos tiempos de Bruguera. Mora firmó un acuerdo con el Grupo Zeta, del que se hizo eco El Periódico de Catalunya el 28 de abril de 1987, en el que concedía a esta empresa la exclusiva editorial sobre El capitán Trueno, y a cambio el Grupo Zeta le reconocía la autoría del personaje y se comprometía a pagarle un porcentaje por cada edición que a partir de aquel momento se hiciese.[2] Víctor Mora, que no sólo dirigió el TBO sino que escribió guiones para varias series incluidas en esta revista, se mantuvo al frente de la misma durante cuatro años, hasta el número 49. Entre mayo de 1989 y mayo de 1990 simultaneó esta tarea con la dirección de Gran Aventurero, otra excelente publicación de Ediciones B.
Desde el primer momento la editorial mostró su voluntad de ofrecer un producto diferenciado de otras revistas de la casa, con una presentación y un contenido más cuidados, que recuperara el espíritu del TBO clásico y al mismo tiempo tratara de atraer nuevos lectores.
El primer número del nuevo TBO salió a la venta con fecha de febrero de 1988. En aquel momento, el lector podía encontrar revistas semanales de 36 páginas como Mortadelo y Zipi y Zape por 140 pesetas, que aumentaban a 150 en el caso de Guai!, recientemente adquirida a Grijalbo, y revistas quincenales de 52 páginas como Super Mortadelo, Super Zipi y Zape y Super López por 175 pesetas. TBO se presentaba como una revista mensual con 52 páginas, pero costaba 250 pesetas, un precio sensiblemente superior. Su tamaño era de 27,5 x 21 centímetros, similar al de Guai! y algo mayor que el de otras publicaciones de la casa.
Desde la portada del número 1 se hacía manifiesto el deseo de mostrarse como herederos del TBO clásico. A diferencia de lo que había hecho Bruguera en su efímera revista, esta nueva etapa recuperaba el logotipo de letras rojas por el que se reconocía al TBO desde 1917. Debajo de dicho logotipo podía leerse: “Para todas las edades (incluida la de piedra)”, subtítulo que se mantuvo hasta casi el final y que resaltaba la voluntad de ofrecer una publicación familiar, dirigida a todo tipo de lectores, como lo fue siempre el TBO clásico (y como no lo fue el TBO de Bruguera). En la esquina superior izquierda se incluyó una ilustración de La familia Ulises, otra de las señas más reconocibles de la pretérita cabecera. Y como ilustración principal en aquel primer número, un dibujo de Coll que había servido como portada en 1966 para un extraordinario dedicado a este dibujante.
Las portadas del nuevo TBO se caracterizaron en un primer momento por un estilo sobrio en comparación con otros tebeos de la época. Generalmente se escogían ilustraciones procedentes de los archivos del TBO clásico, realizadas por autores como Coll, Benejam, Muntañola, Opisso, Salvador Mestres, Blanco, etc. Hasta el número 16, en el que ocupó la portada La familia Rovellón de Sempere y Pérez Navarro, no encontramos un dibujo realizado con un estilo más moderno. A partir de entonces las portadas nuevas, realizadas para la ocasión, fueron alternándose tímidamente con las ilustraciones clásicas, y poco a poco llegaron a hacerse predominantes. No obstante, hasta el final de la andadura de la revista no dejaron nunca de tener cierto protagonismo en las portadas los personajes más tradicionales, como la familia Ulises o Eustaquio Morcillón, aunque en lugar de tomarse dibujos antiguos se utilizaron nuevas ilustraciones realizadas por autores como Jan, Raf y muy especialmente Segura, que se reveló como uno de los mejores portadistas de la revista desde el número 38.
Este nuevo TBO nunca dejó de hacer referencias al TBO clásico, de hecho celebró los aniversarios de la revista tomando como fecha de su nacimiento la de marzo de 1917. Así, ya en el número 2 se resaltaba en portada la celebración del 71º aniversario de la revista. No se dejaron de lado otros aniversarios posteriores, destacando la celebración de los 75 años de TBO en el número 51 (abril de 1992), en el que se modificaba por una vez el diseño habitual de la portada, mostrando una elegante ilustración de Opisso. Aparte de este número especial, periódicamente se publicaron números extraordinarios, siempre integrados en la numeración regular de la revista, que veía aumentado en estas ocasiones su grosor de 52 a 68 páginas. Entre estos extras no faltaron los especiales veraniegos ni los almanaques navideños.
También desde el primer número destacó la inclusión de material procedente del TBO clásico en una sección que se titulaba “El TBO de siempre”. Inicialmente eran sólo ocho páginas, que en el número 3 aumentaron a dieciséis, ocupando desde entonces el cuadernillo central de la revista. En los números extraordinarios este cuadernillo llegaba a ocupar las 28 páginas centrales. El material se reproducía sin ningún orden concreto y sin especificación de las fechas de publicación original. Se tendía a incluir casi siempre material de las series y secciones más populares de TBO, como Josechu “el vasco”, Melitón Pérez, Eustaquio Morcillón, “De todo un poco” y especialmente La familia Ulises, serie de la que solíamos encontrar varias páginas en cada número. A partir del número 9 y hasta el cierre de la colección, se añadió al final del cuadernillo la sección humorística de nueva factura “Consultorio sentimental de doña Filomena”, ilustrada por José Royo. Esta sección estaba basada en unas páginas similares que habían aparecido en algunos extras del TBO clásico, y que el nuevo TBO reeditó en los números 6 y 8. Fue también José Royo el creador gráfico de La criada Respondona, personaje encargado del correo de los lectores desde el número 5 hasta el final de la publicación, siempre en la antepenúltima página.
El principal nexo de unión entre el TBO clásico y esta nueva etapa estaba representado por el dibujante Sabatés, que se incorporó a la plantilla de la revista desde el número 1 y se mantuvo hasta el final, realizando páginas de pasatiempos, ilustraciones y sobre todo nuevas entregas de Los grandes inventos del TBO por el profesor Franz de Copenhague, que se publicaron en todos los números de la revista, constituyendo una de sus principales señas de identidad. Estas entregas solían ocupar generalmente la doble página central, dentro de la sección “El TBO de siempre”, aunque no se trataba de reediciones sino de material inédito. En algunos números extraordinarios y sobre todo en la etapa final de la publicación (desde el número 97 todos los números fueron considerados extraordinarios) la sección de los inventos del TBO se publicó en una cartulina encartada en el centro de la revista, para que los lectores pudieran recortar y fabricar los ingenios que proponía Sabatés.
Entre el resto de colaboradores de la revista se encontraban algunos autores que ya habían trabajado en alguna ocasión para el TBO clásico. Escobar, por ejemplo, colaboró en TBO al menos desde 1937 y a lo largo de los años cuarenta. Para esta nueva etapa creó su última serie, Cartas a Lino, sobrino, que sólo duró dieciséis entregas incluidas entre los primeros veintitrés números. Publicada en formato de tira, cada entrega incluía dos chistes de una viñeta.
José Royo había trabajado en el TBO clásico desde 1972,[3] y se incorporó al TBO de Ediciones B desde el número 1 dibujando la tira de humor Tragapérrez, que se mantuvo hasta el último número. A él se deben también las ilustraciones que acompañaban al poema que abría cada mes la revista en la página 3, junto a los créditos de la publicación (salvo en el número 1, en el que estos dibujos fueron realizados por Vázquez). José Royo, como hemos comentado, ilustró el “Consultorio sentimental de doña Filomena” desde el número 9.
Sabemos que Manuel Vázquez también llegó a colaborar en su juventud en el TBO clásico. En esta nueva etapa se incorporó desde el número 1, inaugurando un apartado en la revista titulado El rollo del día, que se mantuvo hasta el final pasando por las manos de diversos autores. Para El rollo del día cada mes se elegía un tema distinto, y se realizaba una especie de portada alternativa relacionada con este tema, que en realidad se ubicaba en la última página (o en la anterior, si la contraportada estaba ocupada por publicidad). Además, en el interior se incluía una doble página con viñetas relacionadas con este mismo tema. Para el primer número, Vázquez eligió el tema del juego, que ya había desarrollado en distintas ocasiones (por ejemplo, en su serie Vámonos al bingo). La participación de Vázquez continuó de forma intermitente hasta el número 28, y finalmente fue sustituido por Juan Carlos Ramis, que ya había realizado varias entregas desde el número 4, y que la mantuvo hasta el final, con ocasionales participaciones de Alfonso y Roca y de Roberto Segura.
Esegé (seudónimo de Segundo García González) perteneció a la hornada de autores que intentaron renovar el TBO clásico en los años setenta, y llegó a formar parte del equipo de La habichuela. Tras el cierre del TBO, pasó a trabajar para Bruguera y posteriormente continuó participando en las revistas de Ediciones B. Para el nuevo TBO realizó la serie Don Pyme y sus apuros… para ganar cuatro duros (números 1-48). Colaboró también en algunas secciones de humor con guiones de Jaume Ribera, y publicó sin firma una serie de nuevas historietas de La familia Ulises[4]. Eran historietas de dos páginas publicadas con el subtítulo ¡Dramas de nuestro tiempo!, con argumentos adaptados a la época en que se publicaba el nuevo TBO. El dibujante conseguía imitar bastante bien el estilo de dibujo de Benejam y Blanco. Esegé salió de la revista casi al mismo tiempo que Víctor Mora, y Joaquín Cera fue el encargado de continuar la serie de La familia Ulises durante algún tiempo más.
Muntañola, otro autor clásico de TBO, colaboró brevemente en esta nueva etapa, presentando una nueva serie (Muntañola echa la vista sobre Tito el deportista) que lamentablemente sólo duró dos entregas, en los números 30 y 33.
Otro autor conocido por su trabajo en el TBO clásico, que logró compatibilizar con su labor en Bruguera, fue Raf (Joan Rafart Roldán), que comenzó realizando portadas a partir del número 24 de esta nueva etapa y entró a formar parte del elenco habitual de la revista en el número 40, sustituyendo a Usero en los dibujos de la sección Tele TBO, una parodia de los programas de televisión que por entonces escribía Jaume Ribera. También creó la serie Florofo, protagonizada por un fanático del fútbol, a partir del número 51. Raf falleció en octubre de 1997 y sus últimas historietas de Florofo y Tele TBO se publicaron póstumamente al mes siguiente, en el número 102 de TBO. La sección Tele TBO había comenzado en el número 1, y a lo largo de la historia de la revista participaron en ella múltiples autores, como Nieto, Usero, Alfonso, Roca, Guiral, Pasqual, Escolano, Ribera y Raf. Tras el fallecimiento de este último, nadie prosiguió la sección en los tres números finales de la revista.
Otra sección parecida, basada en la parodia de películas famosas, fue Cinemateca TBO, iniciada en el primer número por Víctor Mora y Edmond. Este último fue su dibujante durante más de la mitad de la colección, y posteriormente fue sustituido por Ramis, que añadió a la sección el subtítulo De pinícula, dotándola de su peculiar sentido del humor hasta su finalización en el número 96.
Edmond, que también había trabajado para Bruguera, comenzó a dibujar en el número 10 una serie de historietas breves, realmente tiras independientes, agrupadas bajo el título ¡La vida crítica y… la crítica de la vida! El guionista fue inicialmente Jaume Ribera, aunque a lo largo de la serie, que Edmond mantuvo hasta el final con algunas interrupciones, participaron otros autores como Alfonso, Roca y Espinosa. A partir del número 48, Edmond y Ribera publicaron también la serie Fede y sus colegas (dramón urbano por entregas), tratando de reflejar las inquietudes y la vida cotidiana de la juventud de los años noventa.
Gran parte de los autores españoles que trabajaron para esta etapa del TBO procedían de la editorial Bruguera o de otras publicaciones de humor de Ediciones B. Algunas de sus series se mantuvieron durante casi toda la vida de la revista, como Insegurini, dibujada por Martz-Schmidt con guiones de Abulí, Norverto, Ribera y del propio dibujante, y Obseso Pisafondo, de Jaume Rovira, Este último autor dibujó también, con guiones de Ribera, la serie Compact-Disc, dedicada a las grandes figuras de la canción (números 55-68). Figueras dibujó las tiras de Fortunato en la mayor parte de los números hasta el 44, y entre los números 20 y 36 la serie de historietas mudas de una página titulada Historias extraordinarias. Folgado de Rojas (seudónimo de Rojas de la Cámara) nos ofreció Marbelly Kasset, que vive de la jet set, con guiones de Víctor Mora pero que no llegó más allá del número 8. Purita Campos dibujó chistes agrupados bajo títulos como ¡Ven a TBO, reina…! y Las chicas guapas de Purita Campos, así como la serie Dulce Carolina, con guiones de Paco Ortega. Perich también dibujó viñetas humorísticas, agrupadas como Perichpecias, entre los primeros 18 números. En la etapa final de la revista, Escolano publicó dos series tituladas Crónicas amarillentas (números 89-102) y Teresito Fisgón, reporter del corasón (números 103-105).
Entre todas las series publicadas en esta nueva etapa, una de las propuestas más interesantes fue ¡Hala, hala, a mogollón… con la familia Rovellón!, de Sempereznavarro (firma conjunta de Jordi García Sempere y Francisco Pérez Navarro), versión actualizada de La familia Ulises cuya trayectoria en el nuevo TBO alcanzó hasta el número 90.
En un recorrido por las páginas de humor de la revista, destacaron por su importancia tres autores que realizaron infinidad de viñetas humorísticas relacionadas con los temas más variopintos, especialmente en la segunda mitad de colección: Ramis, Segura y Cera. Juan Carlos Ramis había comenzado a colaborar en el número 4, sustituyendo esporádicamente a Vázquez en la sección El rollo del día, hasta que acabó haciéndose cargo de la serie en solitario. Además, a partir del número 28 dibujó la tira titulada Encuentros en la tercera edad, protagonizada por Genaro y Eusebia, una pareja de ancianos. En la etapa final, a partir del número 80, escribió la sección Las geniales parodias, dibujada por Jan con el seudónimo de Pikágoras. Este último autor también colaboró en TBO realizando portadas e ilustraciones conmemorativas en diversas ocasiones.
Joaquín Cera, que ha compartido hasta la actualidad diversos proyectos con Ramis, entró a colaborar en TBO a la altura del número 31, ilustrando una sección humorística con guiones de Ribera, como anteriormente había hecho Esegé. En el número 47 inició su propia serie de tiras Chez Rupérez`s. Tras la salida de Esegé de la revista, Cera continuó realizando nuevas historietas de La familia Ulises que también aparecieron sin firma,[5] cambiando el subtítulo por Tiempos modernos y adoptando un estilo propio y un humor más gamberro, siempre dentro de los límites marcados por la publicación. En esta línea, realizó incluso una historieta de Eustaquio Morcillón y Babali (número 53) en la que se atrevió a convertirles en protectores de la fauna, en consonancia con la sensibilidad de nuestro tiempo.
Roberto Segura se incorporó en el número 37, y al mes siguiente estrenó su serie ¿Qué pasa, papá? / Don Roge y doña Lisístrata que con sus hijos meten la pata. Al igual que Ramis y Cera, Segura realizó numerosas páginas de chistes temáticos (a veces agrupados con títulos como Especial TBO, Impactos o Los anuncios del TBO), que en la etapa final de la revista constituían una parte sustancial de su contenido.
Durante los primeros tiempos de la revista, el humor no había sido tan omnipresente como llegó a serlo hacia el final. Víctor Mora hizo hueco a series no estrictamente humorísticas, dirigidas a un público más adulto, y a series poco convencionales, sin llegar en ningún momento a una ruptura como la que supuso el TBO de Navarro en Bruguera. En esta primera etapa del TBO de Ediciones B encontramos, por ejemplo, trabajos de Mariel Soria (que dibujó Secretos del cine con guiones del propio Mora y de Barceló) y de Pasqual Ferry, que publicó la historia El bosque encantado de Konosserl en los ocho primeros números. La serie “¡Romance del fiero Ugaldo… que a todos los pone a caldo!”, de Fernando Krahn y Mª de la Luz Uribe (números 3-14), se dirigía a un público más infantil, pero su planteamiento no era menos atípico: en realidad no se trataba de una auténtica historieta sino de un relato en verso acompañado de ilustraciones. La historia quedó inconclusa en TBO, pero fue editada con formato de álbum en 1989.
También estuvieron presentes desde el principio diversos autores extranjeros junto a los ya mencionados. Se incluyeron, por ejemplo, trabajos de Jacques Lob y de Annie Goetzinger, que firmó junto a Víctor Mora la serie Los yupis con las yupas y dibujó otras historias sin continuidad. Uno de los principales personajes de esta primera etapa de TBO fue Jack Pelman detective privado (Jack Palmer), de René Pétillon, del que llegaron a publicarse dos álbumes completos (“El caso del pequinés de París” y “El rey de los cómics”), así como varias historietas breves, desapareciendo de la revista aproximadamente cuando Víctor Mora dejó de estar al frente de ella. Algo similar sucedió con Aquiles Talón (Achille Talon), de Greg, un personaje que ya había difundido en España la editorial Bruguera en varias de sus publicaciones.
Otro representante del cómic extranjero, en este caso francés, fue la divertida e inteligente sección Informe comical (Les Dingodossiers), de Gotlib y Goscinny, que se publicó desde el número 1 hasta el número 87, con algunas interrupciones. Cecilia, Julia y Clara… ¡al mal tiempo buena cara! (Julie, Claire, Cécile), de Sidney y Bom, se mantuvo en la revista desde el número 23 hasta el final. Destacó también por la calidad de sus guiones y la elegancia de sus dibujos la deliciosa serie Las maravillosas aventuras del Dr. Gaudeamus (Les aventures merveilleuses du docteur Gaudéamus), dibujada por el español Coq (Luis García Gallo), que se había exiliado en Francia durante el franquismo. La serie, publicada entre los números 25 y 49, narraba las aventuras de un científico que en el curso de un experimento se transforma en bebé. Se publicó originalmente en la revista Tours de France desde 1957 hasta 1973 y las primeras aventuras fueron escritas por Goscinny.
Tras la marcha de Víctor Mora se incorporaron al TBO menos series procedentes de otros países de Europa, pero aún encontramos algunas novedades: en el número 53 comenzó la serie Jean, Jeanne y los niños (Jan, Jans en de Kinderen), del neerlandés Jan Kruis, desde el número 91 se publicó Taxi Girl, de Cauvin, Laudec y Chantraine, y en el número 93 comenzó Matraco (Tom Carbone), de Cromheecke y Letzer.
Además de estas series, desde el principio se incluyeron también en TBO otras procedentes de la prensa estadounidense. Tres de ellas ya habían sido publicadas por el TBO clásico, una muestra más de la conexión que se quiso establecer con aquella etapa. Angelito (Snookums), de Geo McManus, fue la primera historieta con bocadillos que se incluyó en TBO allá por 1919, aunque en aquella ocasión fue bautizado como Pipiolín. En el TBO de Mora, las historietas de Angelito se publicaron acompañando a la serie Educando a papá (Bringing up Father), del mismo autor. Las aventuras y desventuras de Anita y sus amigos (Little Annie Rooney), de Brandon Walsh y Darrell McClure, se incluyeron en los números 9 a 22 del nuevo TBO, pero la serie ya se había publicado en el TBO clásico, entre 1965 y 1966, con el nombre La pequeña Annie. La tercera serie recuperada fue El reyecito (The Little King), de Otto Soglow, que había aparecido en TBO desde 1956 y fue rescatada en la etapa de Ediciones B después de la salida de Mora (números 57-75).
El nuevo TBO incluyó otras series clásicas de prensa americanas, como Betty Boop, dibujada por Bud Counihan (aunque se publicaba con la firma de Max Fleischer), Blondie, de Chic Young, Ketty Love (Etta Kett), de Paul Robinson, Woody Allen (Inside Woody Allen), de Stuart Hample, Los pilluelos y el capitán (The Katzenjammer Kids), de Harold Knerr, y los chistes de Don Flowers procedentes de la serie Glamor Girls, que aquí fueron publicados con el título Guapísimas de TBO.